Las alzas de numerosos artículos y servicios indispensables están empezando a castigar el bolsillo popular. El IPC de Junio saltó un 0,9 por ciento, una cifra insólita que no se veía desde abril del 2005. Basta pensar que, de mantenerse como tendencia en los próximos doce meses llevaría al IPC, a más de un 10% anual, un número tres veces más alto de lo que hemos tenido en los últimos años. Si esto ocurriera, todas las personas que viven de sueldos y salarios, pensiones e ingresos fijos o modestos, el costo de la vida se comería los bajos reajustes ganados por los trabajadores que no sobrepasan el 3% real. Bajaría notoriamente su nivel y calidad de vida.
En los últimos doce meses la leche líquida registra un aumento de 36,6% y los demás lácteos entre 21% y 31%. Han sufrido alzas notorias el arroz y la harina. Dos veces en el año aumentó el costo del pan corriente y del especial, empujados de atrás por el alza de varios insumos que podrían elevarlo más. Las frutas y verduras tuvieron un aumento de 8,5 % en los últimos doce meses. A nivel internacional se anotan fuertes aumentos en el trigo y el maíz. El alza de este último provocó una verdadera rebelión entre los mexicanos pobres, producto esencial para su alimentación.
En cuanto a los servicios básicos, las cuentas de electricidad subieron un 16 % en el último año, aumento que se repetirá en octubre cuando se fije el nuevo precio de nudo. En los últimos seis meses el rubro combustibles del IPC se elevó un 10%. Tanto el agua como el gas licuado han tenido aumentos, con perspectivas de seguir elevándose. Para qué referirse a los gastos de salud para las personas. Las isapres, clínicas, hospitales, los servicios de urgencia, las farmacias y otros negocios privados no paran de elevar precios, tarifas o mensualidades. Las compañias privadas del Transantiago chantajean al gobierno exigiendo que se les subvencione para asegurar sus altas ganancias, de lo contrario exigirían alzas en las tarifas de locomoción.
Los economistas de gobierno dicen que la señal negativa del IPC de junio no marca una tendencia. Ojalá así fuera. Pero, nadie debiera ignorar que ya hace algún tiempo se ha desatado un proceso inflacionario en los mercados globales de los productos básicos, energéticos y sus derivados, materias primas y alimentos. Poco a poco estos aumentos se trasladan a numerosos insumos. Se espera que otros cultivos como el trigo, soya, oleaginosas, forrajes y cañaverales, además del maíz, suban de precio en los próximos años por el desvío de tierras para satisfacer la demanda desatada por la fiebre del etanol y el biodiesel en Europa, EE.UU y Japón. Si el petróleo y otros productos energéticos continúan subiendo, nos podemos encontrar como en 1974 o en 1979, esto es una crisis mundial inflacionaria que desemboca luego en una recesión generalizada. Chile no fue inmune, por el contrario.
Según los neoliberales de entonces, Cauas y De Castro, respectivamente y también para los Velasco y Corbo de hoy, no hay otra forma de frenar la inflación que reducir el crecimiento, a riesgo de impulsar la recesión productiva, aunque los costos lo paguen la gran mayoría. Una de las primeras medidas que aplican para “enfriar” la economía es aumentar la tasa de interés que fija el Banco Central, lo que se haría dentro de poco.
El aumento de la tasa de interés perjudica a toda clase de deudores, sean deudores hipotecarios, los que tienen que pagar las deudas de las vacaciones, de la compra de artículos escolares, consumidores de tarjetas de crédito, comerciales y bancarias, los sobregirados en sus cuentas corrientes, etc. En EE.UU ya están con un dilema similar qué hacer, detener la inflación o sostener el crecimiento, por ahora se inclinan por subir la tasa de interés porque creen que el peligro inflacionista es mayor, a pesar de que la economía también se está enfriando.
Para trabajadores y sectores medios en nuestro país la disyuntiva es soportar las alzas y mañana la recesión y los despidos, o bien resistir ya y reclamar políticas que los protegan. ¿Cómo se pueden resistir las alzas, con salarios congelados en convenios a tres o cuatro años? Se requiere otra política económica. Es necesario acabar con la monserga del libre mercado y aplicar políticas activas en defensa del consumidor. Sobre todo, en los sectores donde mandan los monopolios, como en los servicios de utilidad pública, se debe controlar y congelar los precios y tarifas principales, impedir las tasas de interés usurario de bancos y casas comerciales, los recargos abusivos, y reducir el IVA a los productos de primera necesidad, entre otras medidas.
Jose Cademartori, economista.
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